Maria Cano Psicoach

La forma de realizar el examen depende de muchos factores, incluso de preferencias personales, igual que ocurre con la forma de estudiar.

No obstante, a pesar de este componente subjetivo, existen recomendaciones generales que pueden ayudaros a enfocarlo de una manera más eficaz.

Comprobar cuál es tu forma ideal de realizar un examen, consiste en hacer muchos simulacros y sacar tus propias conclusiones. Ésta es, probablemente, la enseñanza más valiosa.

La mayoría de los opositores, sobre todo en los primeros minutos de la prueba, están bastante nerviosos y faltos de confianza.

A primera vista, comenzar por la primera pregunta puede parecer lo más lógico, pero las cosas no son siempre tan sencillas.

¿Qué ocurriría si, en la primera pregunta, te encuentras una pregunta realmente compleja? Ante una situación como ésta, tendrías que tener unos nervios de acero para que no te influyese.

Desde el punto de vista objetivo, comenzar por una pregunta o por otra sería indiferente. Al fin y al cabo, terminaremos por enfrentarnos a todas, antes o después.

El problema es que, cuando un examen de 1 o 2 horas es la puerta a tu futuro profesional, los factores psicológicos pueden influir mucho.

Por eso, tenemos que esforzarnos por empezar el examen con confianza, y las preguntas más difíciles, largas y engorrosas no son, precisamente, ningún regalo. Son más difíciles y consumen más tiempo, lo que puede afectar a nuestro ánimo para el resto de la prueba.

La forma más sencilla de asegurarse un buen comienzo es elegir otro punto de partida.

Es prácticamente imposible mantener la atención al máximo durante todo ese tiempo. Por eso es tan importante realizar exámenes tipo oposición tantas veces como sea posible. De lo contrario, el rendimiento baja mucho en la segunda mitad del examen, lo que puede traducirse en un auténtico desastre, de cara al resultado final.

No trates de terminarlo sin hacer una sola pausa, no es “una pérdida de tiempo”. Esos minutos deberían considerarse una inversión de lo más rentable.

¿Repasar al finalizar el examen?

La conveniencia de repasar o no hacerlo depende del factor tiempo. Si no nos sobra, no debemos lamentarnos por no repasar (de hecho, lo más frecuente es no poder hacerlo).

Sin embargo, si terminamos el examen y todavía nos quedan algunos minutos, podemos utilizarlos favorablemente.

Si te queda tiempo para un último repaso, no trates de revisar todas las preguntas del examen. Es mejor seleccionar las que tienen mayor probabilidad de acumular fallos.

Éstas son, las primeras preguntas que hayas hecho, por el nerviosismo del principio, y las últimas, por el mayor cansancio del final.

Aula para hacer el examen

¿Para qué sirve, entonces, el último repaso?

Sólo debes cambiar de opinión si identificas un error muy claro. Por ejemplo, que te pidiesen señalar la falsa, y tú señalaste la verdadera.

De otro modo, si la duda persiste, es mucho mejor que no cambies de idea. Por otra parte, si tienes tiempo para dedicárselo al repaso, quizá sea más importante que se lo dediques a la hoja de respuestas

Saber más no siempre significa conseguir una mejor nota

Muchas veces, dos personas con formación similar, incluso con una preparación muy parecida, obtienen puntuaciones muy distintas.

¿A qué se deben estas diferencias, si no es a los conocimientos? La respuesta es muy simple: a la técnica de examen y a una mejor comprensión de la mecánica de las preguntas test.

Hay personas naturalmente dotadas para enfrentarse a un examen de este tipo, con una habilidad especial para reconocer la respuesta correcta cuando la ven escrita.

No entrenar este aspecto puede suponer una diferencia de cientos de puestos en el resultado de la oposición.

La forma más eficaz de asegurar una respuesta correcta es conocerla con exactitud, obviamente. En un examen breve y sobre una sola materia (como los que se hacen en la Universidad), podríamos estar seguros de muchas respuestas.
Sin embargo, en el examen de oposición, esto no ocurre así. La materia es tan extensa que, incluso un número uno, tendría dudas en bastantes preguntas, por mucho que haya estudiado.

Podemos inclinar la probabilidad de éxito

Cuando sepas una respuesta con seguridad, márcala. En este caso, acertar resulta fácil. Pero cuando dudes, cuando tus conocimientos no basten, tienes que luchar por el acierto.

Nunca te rindas ante una pregunta porque no la sepas. En ocasiones, si analizamos su estructura, su forma de expresarse y algunos otros detalles, podremos descartar algunas opciones. En casos extremos, incluso podríamos acertar una pregunta sobre la que no sabemos nada. Todo depende de cómo esté escrita y de las pistas que el autor nos deje.

Cada respuesta errónea supone una penalización. De la puntuación final, se resta un tercio del valor de cada pregunta equivocada.

Sin embargo, esto no significa que debamos ser excesivamente conservadores a la hora de responder.

Algunos opositores tratan de serlo, limitándose a contestar sólo las preguntas de las que están seguros.

Realizando el examen en un aula

Descubre la respuesta correcta

En todo examen test, sólo puede existir una solución correcta, si encuentras dos afirmaciones idénticas, nunca podrán ser la solución de la pregunta.

Puedes considerar que se descartan entre sí, con lo que solamente tendrás que elegir entre las otras dos. Cuando encuentres dos opciones iguales, puedes descartarlas como solución correcta, ya que nunca puede haber dos respuestas válidas en una misma pregunta.

No desafíes el poder del “puede”. Cuanto más laxa sea una afirmación (“puede”, “se ha descrito”, “en ocasiones”), más probable es que sea cierta.

¿Qué sucede cuando dos opciones dicen casi lo mismo, pero difieren en un pequeño detalle? Cuando nos encontremos ante una pregunta de este tipo, la mayor parte de las veces habrá una sola pareja de opciones muy similares, pero con una pequeña diferencia. En estos casos, es muy frecuente que la respuesta correcta sea una de ellas.

Cuando veas dos opciones contradictorias, una será falsa y la otra cierta. Las otras dos opciones no serán la solución de la pregunta, pero pueden darte pistas a favor de una u otra.

En definitiva, se trata de buscar un factor que sea común a cuatro opciones, de forma que una de ellas quede excluida.

Es lógico que estas preguntas sean tan frecuentes, porque, para el autor de la pregunta, resultan muy fáciles de escribir. Piensan en cuatro respuestas relacionadas y escriben otra que, de alguna manera, se aparta de ellas, para que sea la solución de la pregunta. Si tres respuestas tienen una característica común, es muy probable que la opción restante sea lo que estás buscando.

Nunca te rindas ante una pregunta que no sabes, busca debilidades en su redacción.
Cualquier pregunta test, sea cual sea su dificultad, puede contener pequeños detalles que, aunque no sepamos mucho, pueden ayudarnos. El secreto está en no dejarse intimidar, aunque se trate de un tema desconocido.

Cuando el autor de una pregunta escribe una frase tan larga, normalmente no será falsa, porque habitualmente ha sido copiada literalmente de algún libro. Las respuestas más elaboradas, con definiciones muy académicas e incluso paréntesis que contienen ejemplos, muchas veces proceden directamente del temario.

En algunas preguntas, cuando nos piden señalar la respuesta falsa, puede ocurrir que todas ellas nos parezcan ciertas. Por más veces que leemos las respuestas, no encontramos el error por ninguna parte, y acabamos respondiendo casi al azar (a efectos prácticos, es como si, realmente, dudásemos entre todas las respuestas). Cuando todas las respuestas parecen ciertas, vuelve a leerlas con atención. Seguramente habrás omitido algún pequeño detalle que hace falsa una de las opciones.

Cuando nos piden señalar la respuesta correcta, en algunos casos podemos encontrarnos varias afirmaciones verdaderas. En este caso, hay gente que se bloquea, considera que la pregunta está mal formulada y no sabe qué hacer. Si en algún momento te encuentras en esta situación, el paso siguiente es valorar si hay alguna mejor de entre las que parecen correctas, teniendo en cuenta que si dos opciones te parezcan correctas, es más probable que la respuesta correcta sea la más completa.

Sólo debemos comenzar a hacer conjeturas cuando hayamos agotado los datos del enunciado. Recuerda que las opciones se descartan a partir de los datos que nos da la propia pregunta, no a partir de los que deducimos ni de los que nos imaginamos. Este problema es muy común en personas poco entrenadas para este tipo de examen, hasta que aprenden a identificar la esencia de las preguntas.

Los datos del enunciado pueden ayudarte más de lo que imaginas. Si te apoyas en ellos, podrás descartar varias respuestas. Cuando no encuentres la solución correcta, revisa el enunciado. La clave puede estar en algún dato que no hayas tenido en cuenta.

Si no lo fuese, habrías fallado junto con la mayor parte de los opositores. Cuando una pregunta es fallada por la mayoría, apenas resulta discriminatoria de cara a tu puntuación final, porque nadie (o casi nadie) habría obtenido ese punto.

Un estudio profundo de las preguntas de convocatorias anteriores puede facilitarte mucho las cosas.

Ante la duda, no sólo debes analizar el contenido, sino también la forma de las preguntas. Algunas veces, existen pistas “salvadoras” en el enunciado o en alguna de las respuestas.

En ocasiones, puedes utilizar razonamientos muy simples para resolver preguntas en apariencia complicadas.

Tal como hemos dicho hasta ahora, el opositor nunca debe rendirse, ni desanimarse, ante una pregunta que no sabe. Al menos, no debe hacerlo sin examinarla cuidadosamente, porque el autor a veces deja pistas que pueden orientarnos.

Examen en el aula

Nivel de dificultad de una pregunta

Si se pretende aumentar la dificultad de una pregunta, existen básicamente tres maneras de hacerlo:

1. Incrementar la dificultad a nivel teórico. Para elaborar preguntas difíciles simplemente, se plantea una cuestión cuya solución podemos saber o no. Esta técnica tiene una limitación. Una pregunta muy exigente haría fallar a la mayor parte de los opositores, con lo que no sería discriminativa. Por ese motivo, la dificultad puede incrementarse hasta cierto punto. Si es excesiva, la pregunta pierde su sentido.

2. La distracción. La dificultad estaría en un detalle que puede hacernos fallar por falta de atención. Se trata de trampas muy sutiles, preguntas “evidentes”, que en realidad están envenenadas. Las formas de conseguirlo son infinitas, pero el fundamento es muy parecido: desviar nuestra atención.

3. Hacer que la pregunta sea más larga. De este modo, será más difícil valorar qué aspectos son más importantes y, sobre todo, nos harán perder tiempo. Todo depende del ingenio de quien escribe la pregunta, y del tiempo que le dedique.

La respuesta envenenada

Existe un último bloque de trampas, que son posiblemente las más difíciles de evitar, porque nos las tendemos nosotros mismos. Consiste en una mala interpretación de la pregunta, que nos hace pensar en una dirección equivocada. Por ejemplo, esta situación se produce cuando nos piden responder la respuesta incorrecta.

Hay una claramente falsa, pero nosotros encontramos otra posible opción, que podría ser dudosa en determinados supuestos. Está claro que, en ese caso, habría que marcar la respuesta más errónea.

Nunca respondas una pregunta sin leer todo el enunciado, sobre todo si se trata de un caso práctico. Aunque lo veas claro desde el principio, un solo dato puede cambiar la solución.

Puede aparecer en cualquier posición (incluso en la 3, como en el primer ejemplo). Lo que tiene que ocurrir es que el cebo preceda a la opción correcta, para que nos precipitemos y no lleguemos ni a leerla.

Nunca respondas una pregunta sin examinar todas las opciones. Aunque una de ellas te parezca cierta, después puede haber otra mejor.

La intimidación

Como regla general, debemos considerar todos los datos que nos aporte el enunciado. Si nos dan una información, es para que la tengamos en cuenta para elegir la opción correcta, y casi siempre nos lleva en la dirección adecuada.

Sin embargo, también existen autores malintencionados. Mediante un dato típico, pueden tratar de empujarnos al error.

En general, los datos que aparecen en los enunciados no están ahí para confundirnos, sino para ayudarnos. Sólo excepcionalmente son pistas falsas para ponernos a prueba.

La pregunta evidente

Todos los años, en el Examen aparecen preguntas de extrema dificultad, de las que no podríamos descartar ni una sola opción. Estas preguntas, dado que son falladas por la mayor parte de los opositores, tienen poco poder discriminativo para el resultado final.

Del mismo modo, en todas las convocatorias aparece alguna pregunta sorprendentemente fácil, cuya solución debería resultar evidente. El problema de las preguntas evidentes es que casi nunca lo parecen. Encierran una importante dificultad, no tanto de contenido, sino de índole psicológica. Lo que preguntan puede ser sencillo, pero resultan difíciles de reconocer. Normalmente, para ocultar lo fácil que es la pregunta, la adornarán. La dificultad no está en acertarlas, sino en reconocerlas.

El caso práctico interminable

Una de las dificultades más importantes del Examen es el factor tiempo. Cuanto más larga sea una pregunta, aunque conceptualmente no sea difícil, requiere un mayor esfuerzo de atención y de síntesis. En algunos casos, incluso nos obliga a leerla dos o más veces.
Esto no sólo influye en la dificultad de esa pregunta en concreto, sino que repercute sobre el resto del examen, porque nos roba un tiempo que deberíamos dedicar a otras preguntas.

Aunque este tipo de preguntas, por definición, nos llevarán más de un minuto, existe un modo de ahorrar tiempo. Cuando la pregunta tiene un aspecto interminable, como en este caso, lo mejor que puedes hacer es leer primero las posibles respuestas.

Esta técnica, a diferencia de otras, no hace más probable que aciertes la pregunta. Lo que hace es ahorrarte tiempo, al evitar una segunda o hasta tercera lectura. No desprecies nunca el factor tiempo.

Del mismo modo, en todas las convocatorias aparece alguna pregunta sorprendentemente fácil, cuya solución debería resultar evidente. El problema de las preguntas evidentes es que casi nunca lo parecen. Encierran una importante dificultad, no tanto de contenido, sino de índole psicológica. Lo que preguntan puede ser sencillo, pero resultan difíciles de reconocer. Normalmente, para ocultar lo fácil que es la pregunta, la adornarán. La dificultad no está en acertarlas, sino en reconocerlas.

Aparte de las opciones, también merece la pena leer primero la última frase del enunciado. A veces, en la última frase te van a decir la solución a esa pregunta, con lo que no es necesario que pierdas tiempo en razonar sobre ella.

A partir de ahora, ante un caso práctico muy extenso, debes seguir las recomendaciones siguientes:

•• Lee primero todas las opciones.
•• Lee después la parte final del enunciado, donde formulan la pregunta.
•• Por último, lee el resto del enunciado.

Sabiendo lo que te van a pedir, será más fácil y no tendrás que leerlo varias veces.

Entender lo que nos están preguntando

En ocasiones, aunque sabemos la teoría suficiente para resolver la pregunta, una mala interpretación por nuestra parte nos puede costar ese punto.

Este problema es más frecuente al principio, cuando el estudiante todavía no tiene mucha experiencia en su preparación para el Examen.

El problema no está en que la pregunta sea confusa o esté mal redactada, sino en que no somos capaces de ver claro lo que nos están preguntando.

Este problema afecta a la mayor parte de los opositores. Del total de preguntas del Examen, casi todos encuentran alguna que acaban fallando por no haber comprendido la esencia de la pregunta.

Cuando tengas delante una pregunta y no sepas qué hacer, trata de ponerte en el lugar del examinador. Piensa qué está buscando, qué quiere que respondas para concederte el acierto. Todo esto debes tenerlo en cuenta incluso con las preguntas que te parezcan dudosas o anulables.
Conclusiones del Capítulo
Ante cualquier pregunta difícil, debes plantearte qué te están preguntando en realidad. De esta forma, la respuesta correcta puede hasta resultar evidente.

Eso sí, si dominas la teoría necesaria para responder una pregunta, la técnica de examen tiene un papel secundario y debes confiar en tus conocimientos.

Recuerda prepararte para el examen

Prepararse para el examen es fundamental para obtener buenos resultados. Aquí tienes algunas recomendaciones para antes de hacer un examen:

1. Planificación: Asegúrate de conocer la fecha, hora y lugar del examen. Planifica tu tiempo para llegar puntualmente.

2. Revisión de material: Repasa tus apuntes, lecturas y materiales de estudio. Asegúrate de tener una comprensión sólida de los conceptos clave.

3. Organización: Organiza tus materiales, como bolígrafos, lápices, gomas de borrar, u otros utensilios que puedas necesitar.

4. Descanso adecuado: Duerme bien la noche anterior al examen. La falta de sueño puede afectar negativamente tu concentración y rendimiento.

5. Alimentación equilibrada: Consume una comida equilibrada antes del examen. Evita alimentos pesados o en exceso de cafeína, ya que pueden afectar tu concentración.

6. Hidratación: Bebe suficiente agua para mantenerte hidratado durante el examen, pero evita beber grandes cantidades justo antes de comenzar.

7. Llega temprano: Llega al lugar del examen con suficiente antelación para evitar el estrés causado por llegar tarde.

8. Identificación: Asegúrate de llevar contigo tu DNI.

9. Calma y respiración: Antes de comenzar, toma unos minutos para respirar profundamente y relajarte. La ansiedad puede afectar tu rendimiento, así que intenta controlarla.

10. Lee las instrucciones: Lee las instrucciones del examen con cuidado. Asegúrate de entender lo que se espera de ti, incluyendo el formato de las respuestas.

11. Administra tu tiempo: Divide el tiempo de manera efectiva entre las preguntas o secciones del examen. No te quedes atrapado en una pregunta por mucho tiempo si no estás seguro; avanza y vuelve a ella más tarde si es necesario.

12. Usa estrategias de prueba: Considera eliminar respuestas incorrectas, busca pistas contextuales y elige la mejor opción.

13. Cuidado con los errores tontos: Lee detenidamente tus respuestas antes de entregar el examen para evitar errores.

14. Mantén la calma: Si te sientes bloqueado en una pregunta, respira profundamente y pasa a la siguiente. No dejes que una pregunta difícil te desanime.

15. No hables con otros estudiantes antes del examen: Las conversaciones sobre el examen pueden aumentar la ansiedad. Mantén la concentración en tus propios pensamientos.

16. Confianza en ti mismo: Recuerda que te has preparado lo mejor que pudiste. Ten confianza en tus habilidades.

17. Posibilidad de revisión: Si el examen permite revisión, dedica tiempo al final para repasar tus respuestas y hacer correcciones si es necesario.

Recuerda que la preparación adecuada y la gestión del estrés son clave para un buen desempeño en los exámenes.

 

Mucha suerte!!!

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